sábado, 25 de febrero de 2012

Encontrar el equilibrio

Es muy fácil abandonar cuando te fallan las fuerzas. En plena carrera, llega un momento que el dolor te supera, haciendo de cada paso un sacrificio constante. En la vida, al igual que al correr, a veces tenemos la tentación de tirar la toalla. Cuando nos hacen daño, perdemos el control, nos derrumbamos en un segundo. Todo el trabajo, la lucha, la constancia por mejorar, convertirnos en mejores personas, sentirnos orgullosos de quienes somos, pierde sentido. Y todo el entrenamiento de meses pasados, las largas carreras preparatorias para forjar nuestros músculos, el correr bajo el frío y la lluvia, el dolor, la deshidratación, las rozaduras, las heridas, ya no importan porque has abandonado. De nada importa el haber llegado hasta donde estás. Lo que cuenta es el ahora. Y si te rindes, si abandonas, no puedes justificarlo con el pasado. Lo único que importa es lo que seas capaz de hacer ahora.
Cuando un músculo te duele, no te enfadas con él. Puedes aceptar o no que tu cuerpo es un todo que se relaciona de una forma milagrosa haciendo realidad tu ser. Pero el hecho es que si aparece el dolor no es porque un músculo quiera hacerte daño o castigarte, sino porque está en su naturaleza. Las reacciones químicas que se producen independientemente de tu control generan un dolor que puedes aceptar o no, pero que es algo natural e incluso necesario. En la vida, encontrarás personas que te harán daño de la misma forma. De nada vale enfadarte con ellas. No podemos controlar cada aspecto del universo. De nosotros depende aceptar o no que sucedan cosas así. El dolor forma parte de la vida y del deporte. Conocerlo nos hace más fuerte. Aprender a superarlo nos permite llegar a la meta, porque en una carrera como en la vida, sólo existe una forma de llegar hasta la meta.

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